Edición: Salamandra, 2011-12
ISBN: 9788498384789
Páginas: 672
Precio: 12 €
Llevo más de seis años escribiendo
reseñas, pero de vez en cuando todavía me encuentro con libros de los que me
resulta difícil hablar. No porque sean malos, ni porque sean perfectos; en este
caso, me cuesta redactar una crítica de Libertad
porque esta novela me ha impresionado
y siento que mis palabras no serán capaces de hacerle justicia. Sé que a esta
obra le han caído tantos halagos como insultos; por una vez tengo la suerte de
formar parte del bando de los que sí la han disfrutado.
Libertad se publicó en España el pasado año y venía avalada por su éxito
en Estados Unidos, país en el que Jonathan Franzen (Western Springs, Illinois,
1959) es considerado un autor de culto desde que ganó el National Book Award
con Las correcciones (2001). De este
modo, Libertad no se nos vendió como
una propuesta cualquiera, sino como un intento en toda regla de escribir la
novela americana de la década.
¿Lo ha conseguido? Sinceramente, poco me
importa. Es probable que las comparaciones con los grandes clásicos todavía le
queden grandes, pero eso no resta ni un ápice de las sensaciones que me ha
provocado su lectura. Libertad plasma
el retrato de una familia norteamericana
de nuestros tiempos con unos protagonistas de lujo: Patty y Walter Berglund, un
matrimonio que hace aguas, ella es una ex jugadora de baloncesto y él un
intelectual involucrado en los proyectos medioambientales; Jessica y Joey, sus
hijos, la muchacha responsable e inteligente y el joven rebelde; y Richard
Katz, cantante de rock acabado y mejor amigo de Walter. La novela narra sus
vidas desde que Walter y Patty se conocieron (gracias a una espléndida
autobiografía en tercera persona de esta última) hasta el presente (mediante un
narrador omnisciente).
Con ese argumento, es de suponer que el
libro trata temas como el amor, las complicadas relaciones entre padres e
hijos, el advenimiento de las frustraciones en la edad adulta, el frenesí
adolescente, la época de sexo, drogas y rock’n’roll y, por supuesto, los límites de la libertad. Las palabras
del autor son como un torrente que empieza suave y te introduce en el relato
sin que te des cuenta, la complejidad crece a pasos agigantados a medida que se
avanza en la lectura y con ella aumenta la implicación del lector.
Sin embargo, historias familiares hay
muchas, pero pocas son como esta. ¿Qué tiene Libertad de particular? Intensidad,
realismo, crudeza; unos diálogos brillantes
en los que los personajes se desnudan y se nos muestran con todos sus defectos.
Jonathan Franzen demuestra su capacidad para captar las emociones del ser
humano desde un enfoque tragicómico que nos regala escenas memorables. Personalmente,
los momentos que recuerdo con mayor viveza son los relativos a Patty: esa mujer
derrotada sentada en el suelo después de cometer el gran error de su vida me conmovió.
También destaco la trama de Joey y cualquier situación de Walter relacionada
con Richard o Patty. En cambio, las conversaciones de negocios entre Walter y
su asistente me parecieron demasiado pretenciosas y, para qué mentir, llegué a
aburrirme un poco. Por otra parte, me resulta extraño que Jessica, la hija,
tenga un protagonismo tan escaso al lado de los otros personajes; su papel me
parece el más arquetípico.
No me gusta hablar de esta novela con continuas
referencias a «ellos», los
personajes, puesto que sus dudas, sus tropiezos, sus ilusiones y sus desvaríos
también me han hecho pensar en mi propia vida. La conexión entre lector y
personaje va mucho más allá del parecido evidente; es un sentimiento profundo,
una empatía hacia su manera de afrontar la existencia, de vencer los obstáculos
o caer (sobre todo caer) por su culpa. No hace falta ser una Patty, ni un
Walter, ni un Richard, ni un Joey para disfrutar de esta obra.
Con la ambientación ocurre tres cuartos
de lo mismo: Libertad es una novela
impregnada del espíritu norteamericano
en todos los sentidos (casi me parecía escuchar Born in the USA mientras leía). Entre las circunstancias que se
reflejan, destaco el cómo se vivieron los atentados del 11-S, la rutina de los
estudiantes en el campus universitario (su funcionamiento dista bastante de lo
que tenemos en España, sobre todo en relación con los deportes) y la
especulación de la guerra, entre otros. No obstante, el que aquí no tengamos las
mismas preocupaciones no impide en absoluto disfrutar de la novela; al fin y al
cabo, lo que cala hondo es la profundidad de los personajes.
En relación con el estilo narrativo,
Jonathan Franzen ha recibido numerosas críticas por aburrido. Desde mi punto de
vista, pienso que al haber alcanzado un buen número de ventas es probable que
el libro haya caído más de una vez en las manos equivocadas, y de ahí viene el
problema. Libertad es una novela de
párrafo largo, pero también con bastante diálogo y, en cualquier caso, la prosa
no es de las más densas que he leído. Aun así, el hecho de narrar la
cotidianeidad, la intimidad, hace que sea una obra totalmente contraindicada
para quienes solen busquen una trama entretenida con planteamiento, nudo y
desenlace. Libertad gustará a los lectores curtidos, los que disfruten con la
forma y no solo con la historia aparente.
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Jonathan Franzen
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En conclusión, con unos personajes que
parecen escapar del papel y cobrar vida propia, Libertad hace un retrato de alto nivel de una familia de nuestros
tiempos. No busquéis ternura ni misterios entre sus páginas; esta novela se
caracteriza por mostrar la existencia de personas normales con toda su aspereza,
pero también con la suficiente complejidad para que lleguemos a meternos en su
piel como si fuera una prolongación de la nuestra. No me hace falta decir si lo
recomiendo, porque los libros buenos se
recomiendan solos.